Yo, tu, el...

Muchas veces terminamos viendo, deduciendo e interpretando los hechos según nuestro prejuicio y según nuestra conveniencia;
- El soldado enemigo siempre es un asesino y el nuestro, un héroe.
- Los demás son testarudos, nosotros tenemos convicciones.
- El otro es un caprichoso, no como yo que sostengo mis opiniones.
- Todos ellos son rencorosos, lo que a mí me pasa es que no puedo olvidar.
- Ella es agresiva y destructiva, yo solamente me defiendo.
- Ellos están locos; nosotros somos originales, diferentes y creativos.
- Ellas son chismosas, yo comparto lo que sé con mis amigas...
No, no se trata solamente de medir a los demás con la misma vara que nos medimos, se trata además de usar una medida flexible y comparativa. Se trata de evaluarlo todo con una medida exacta de suavidad y comprensión.. Se trata de no ser tirano ni autoritario, de no juzgar ni condenar. Se trata de construir un mundo mejor, apoyado en la idea de que quizás, los que aseguran lo contrario, también tengan razón y quizás yo misma no la tenga...
.. que dificil verdad?
Cuenta la leyenda urbana....
--"Un día un hombre joven, alto ejecutivo de una empresa multinacional, se dirige en el metro abarrotado de gente hacia el banco central. En una frenada pierde el equilibrio y termina cayendo sobre un pequeño hombrecito de aspecto centroamericano y muy mal vestido. Ayudándose mutuamente se piden disculpas y cada uno sigue su camino.
Al rato, el joven ejecutivo descubre que le falta su cartera. Fastidiado comienza a correr por los vagones persiguiendo al atracador. Al verlo se abalanza amenazante tras él y al verlo, el inmigrante empieza a escapar hacia el final del convoy.
En la siguiente estación ambos bajan del tren y después de una carrera frenética, el joven perseguidor logra acorralarlo en un rincón oscuro;
-¡Dame la cartera!- le ordena. -¡Rápido porque si no... agrega poniendo su mano en la cintura en el gesto de sacar un cuchillo.
El muchacho, blanco del susto, mete su mano temblorosa entre sus ropas, saca la cartera, la deja caer en el suelo y huye..
El ejecutivo está contento, ha luchado por lo suyo y ha conseguido recuperarlo. Él siempre odió a los carteristas, más que a otros delincuentes.
Vanidoso y agrandado en su ego, telefonea a su esposa y le cuenta su hazaña.
Ella, por toda respuesta le dice sorprendida que su cartera se ha quedado en la casa, sobre la mesa del comedor...
El hombre del cuento nunca pudo dejar de odiar a los carteristas, quizás por eso que le ocurrió, y aunque buscó desesperado al dueño de la cartera, nunca dejó de odiarse a sí mismo..."
feliz semana..
5 comentarios
Trini -
Un abrazo a todos amigos
Gema -
Harlem tu tiene papeles?
azzura -
currito -
Harlem -